Pálido Criminal by Philip Kerr

Pálido Criminal by Philip Kerr

autor:Philip Kerr [Kerr, Philip]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: spanish
ISBN: 9788439707059
editor: Grijalbo Mondadori
publicado: 2001-11-30T16:00:00+00:00


A la mañana siguiente, anduvimos un corto trecho hasta la Jakob’s Platz, donde, frente a una hermosa iglesia, se levanta una fortaleza construida por la vieja orden de los caballeros teutónicos. En su extremo sureste, incluye un edificio con cúpula que es la Elisabeth—Kirche, mientras que en el suroeste, en la esquina con la Schlotfegergasse, están los antiguos cuarteles, ahora la comisaría central de la policía. Que yo sepa, no había ninguna otra comisaría de policía en toda Alemania que pudiera disfrutar de los servicios de su propia iglesia católica.

—De esa manera puedes tener la seguridad de arrancar una confesión de cualquiera, sea de una forma o de otra —bromeó Korsch.

El SS Obergruppenführer doctor Benno Martin, entre cuyos predecesores como jefe supremo de la policía de Nuremberg se contaba Heinrich Himmler, nos recibió en su lujoso despacho del piso superior. El aspecto de aquel lugar era tal que yo casi esperaba que nos recibiera con un sable en la mano y, de hecho, cuando se volvió hacia un lado observé que tenía la cicatriz de un duelo en la mejilla.

—¿Y qué tal está Berlín? —preguntó con voz suave, ofreciéndonos un cigarrillo de su caja.

Su propio pitillo lo encajó en una boquilla de palisandro que más bien parecía una pipa y que sostenía el cigarrillo vertical, formando un ángulo recto con su cara.

—Las cosas están tranquilas —dije—. Pero es porque todos aguantamos la respiración.

—Exacto —dijo, y con un gesto señaló el periódico que había sobre la mesa—. Chamberlain ha volado a Bad Godesberg para proseguir las conversaciones con el Führer.

Korsch se acercó el periódico y echó un vistazo al titular. Luego volvió a dejarlo en su sitio.

—Hay demasiadas malditas conversaciones, si quieren que les diga la verdad —dijo Martin.

Solté un gruñido ambiguo.

Martin sonrió y apoyó la cuadrada barbilla en la mano.

—Arthur me ha dicho que hay un psicópata suelto por las calles de Berlín, violando y cortando la flor de la pureza alemana. También me ha dicho que tienen intención de echar una ojeada al más infame de los psicópatas de Alemania para ver si van de la mano. Me refiero, claro, a ese esfínter de cerdo, Streicher. ¿Estoy en lo cierto?

Respondí a su fría y penetrante mirada y se la sostuve.

Estaba dispuesto a apostar a que el general tampoco era ningún monaguillo. Nebe había descrito a Benno Martin como un administrador muy capacitado. Para un jefe de la policía nazi eso podía significar casi cualquier cosa, sin excluir un Torquemada.

—Exacto, señor —dije, y le mostré la portada de Der Stürmer—. Esto ilustra exactamente cómo fueron asesinadas las cinco chicas. Con la excepción del judío que recoge la sangre en un cáliz, claro.

—Claro —dijo Martin—. Pero no han descartado la posibilidad de que sea un judío.

—No, pero…

—Pero es la misma teatralidad de este modo de asesinar lo que le hace dudar de que sea uno de ellos, ¿estoy en lo cierto?

—Eso… y el hecho de que ninguna de las chicas sea judía.

—Puede que prefiera jóvenes más atractivas —dijo Martin con una sonrisa—.



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